Que Lázaro Rosa-Violán es uno de los interioristas hoteleros del momento es un hecho. Con un equipo de más de 140 personas y más de 200 proyectos, este pintor y arquitecto que se reinventó como interiorista “porque nadie lo hacía en España” está en uno de los momentos más dulces de su carrera.
Criado entre Bilbao, Madrid y Barcelona y, tal como indica en su página web,“pintor por formación, viajante por convicción y diseñador de interiores por instinto“ ama viajar y “encuentra la inspiración en todas partes“. Nosotros tenemos claro que con 50 proyectos sólo en Barcelona, Lázaro, a quien le gusta decir que son un “estudio de Barcelona, ni catalán ni español”, tiene, sin lugar a dudas, una historia de amor con la ciudad condal.
Y es que es natural que Lázaro diseñe hoteles. Al fin y al cabo es viajando donde descubre las piezas que conferirán un diseño único a sus proyectos. Es como si cogiera la bola del mundo, la agitara, seleccionara los objetos con más alma y luego los volviera a esparcir por el planeta, en sus más de 200 proyectos alrededor de todo el globo.
Hoy repasamos una de las obras que más nos gustan de él en Barcelona: El Cotton House Hotel
Cotton House: De sede de la Fundación Textil Algodonera a hotel de lujo
El Cotton House Hotel ocupa un edificio que data del siglo XIX y que presenta un estilo ochocentista neoclásico. Su construcción fue impulsada por una familia de la burguesía catalana en el momento de mayor crecimiento de la industria textil. Sin embargo, a mediados del siglo XX se convertiría en la sede del Gremio de Algodoneros.
La rehabilitación del edificio para convertirlo en hotel buscó en todo momento conservar sus elementos originales, entre los cuales destacan los bellos suelos de parquet, las molduras de paredes y techos, las chimeneas o las elegantes escaleras.
Se renovarían en cambio las instalaciones y, de la mano del prestigioso decorador Lázaro Rosa-Violán, se imprimieron al inmueble unos toques vanguardistas, evidentes sobre todo en las modernas lámparas y pinturas que engalanan la mayoría de sus estancias. Sin duda, la intervención logró un perfecto equilibrio entre tradición y modernidad, clasicismo y confort.
Actualmente, el edificio en su conjunto se presenta como una evocación al pasado algodonero de la construcción original. Sus huéspedes son recibidos en un sofisticado hall acristalado, el cual da paso a una sala de ambientación clásica por la que se ha de transitar para acceder a las dos escaleras del edificio.
Destaca entre ellas la espectacular escalera de caracol. Esta ofrece una imagen de ligereza increíble, ya que, en lugar de descansar en el suelo, queda sustentada por su andamiaje simulando un reposado vuelo. Vale la pena contemplar las originales lámparas poliédricas que ocupan el hueco de esta escalera, herencia del edificio antiguo.
La toponimia de sus habitaciones enlaza también con su pasado algodonero, tomando como nombres algunos de los centros que tradicionalmente han sido grandes productores del material, o bien formas de tejerlo. Así hallamos, por ejemplo, estancias denominadas Panamá, Egyptian Cotton o Tafetán Suite. Cromáticamente, se utilizan también los tonos de la planta del algodón, es decir, sepias, blancos y negros, tratando así de transmitir los valores asociados al material, como la delicadeza, la suavidad y la comodidad. Por supuesto, su ropa de cama está formada por sábanas de 300 hilos de algodón.
El nombre de su restaurante, Batuar, hace referencia a la máquina que se emplea para prensar el algodón y eliminar sus impurezas. Dicho establecimiento, autodefinido como “cosmopolita cocktail bar & restaurant”, conserva la elegancia clásica de los asientos de piel, la chimenea o el suelo de parquet, creando una ambientación cálida con la tenue luz que proyectan sus lámparas. Uno de los detalles sorprendentes de su interiorismo es el que encontramos en uno de sus agradables salones, en el cual se ha realizado un friso con la impresión de facturas antiguas del Gremio de Algodoneros, aportando un toque de gran originalidad.
La terraza del restaurante emerge como una explosión vegetal en el interior de la manzana, tratándose sin duda del espacio ideal para disfrutar de un cóctel, siempre que el tiempo acompañe.
Otro de los rincones mágicos del hotel es su biblioteca, donde se aprecia a la perfección el contrapunto estético entre elementos clásicos —como el artesonado, las puertas y la solería de madera— y la moderna plasticidad de las lámparas, pinturas y sillones.
Finalmente, la sala denominada L’Atelier, espacio donde antiguamente los sastres tomaban las medidas a los agremiados, en la actualidad sigue emulando esta experiencia una vez al mes, ya que la prestigiosa sastrería barcelonesa Santa Eulalia ofrece a los huéspedes la posibilidad de confeccionarse una camisa a medida in situ.
Por todo ello, creemos que la rehabilitación del edificio y su original propuesta de interiorismo convierten al Cotton House Hotel en un modelo de cómo resucitar una construcción que había perdido su funcionalidad original. El sincretismo estético que muestra en su conjunto bien merece una estancia en el mismo o, cuando menos, dejarse caer por él para tomar una copa o un café.
Este post opta al “Premio al mejor artículo de blog de interiorismo hotelero de InteriHotel