Esta reforma de la arquitecta Victoria Aragonés Gomá es un buen ejemplo de restyling. En otras palabras, se trata de un caso claro de cómo con muy pocos recursos se puede estrenar vivienda. Consiste en sacar el máximo partido de un espacio, tanto a nivel funcional como estético, recurriendo a decisiones puramente decorativas que no impliquen ningún tipo de obra.
Como mucho, el reajuste de algunos puntos de luz. El concepto es aplicable tanto a la totalidad de una vivienda, como solamente a un espacio determinado de la casa. A parte de su bajo coste, otra ventaja evidente es la facilidad y rapidez de su ejecución.

Antes y Después de la obra. Victoria Aragones Goma.
Hay casos en los que es aconsejable hacer un esfuerzo económico e intentar ir un paso más allá, por ejemplo modificando la distribución existente. Es decir, para maximizar las posibilidades de la vivienda y sacarle todo su partido, en ocasiones no es suficiente con un restyling. Pero en el caso de esta vivienda, no había duda.
La vivienda está ubicada en un lugar excelente del barrio de Gracia de Barcelona y dispone de un alquiler muy bajo, por lo que había que hacer todo lo posible para que su inquilina se volviera a sentir a gusto en ella. Al ser un piso de alquiler fue importante ajustar bien la inversión que se iba a realizar. También se negoció con el propietario una forma de compensación por la mejora que se iba a efectuar.
Nos dieron las llaves y libertad absoluta para hacer lo que quisiéramos, sin incluso tener que consultar nada previamente con la clienta. Era el mes de julio y debíamos tenerlo todo listo a la vuelta del verano. El efecto sorpresa final que íbamos a causar en ella siempre fue un aliciente que nos mantuvo ilusionados durante todo el proceso. Fue un proyecto muy divertido que nos hizo sentir parte del típico programa de reformas de televisión.
A nivel distribución, se movió la habitación principal a otra estancia, que se había estado usando básicamente como trastero. Y se destinó la antigua habitación para crear un pequeño estudio y un gran vestidor tipo closet, donde todo queda a la vista pero protegido por unas cortinas. La sala se separó en 2 ambientes claramente diferenciados entre sí: la zona de sofá y la zona de comedor, que queda comunicada con la cocina por una ventana existente, a la cual se le dio un nuevo uso a modo de barra.
A nivel decorativo, se pintaron todas las paredes y puertas en el mismo tono grisáceo, pero en el pasillo solo hasta la altura de los dinteles. El resto de pared y el techo se pintaron blancos, ganando así sensación de altura y mayor luminosidad, a la vez que se consiguió atenuar la sensación agobiante de un distribuidor con infinidad de puertas. Se buscó un pavimento vinílico que diera personalidad a la vivienda, cuya colocación es muy sencilla y además puede ponerse sin problema en zonas húmedas tipo cocinas y lavabos. Con los metros sobrantes se aprovechó para hacer un arrimadero en las paredes de la habitación.
Se cambió todo el mobiliario y luminarias de la vivienda, recurriendo principalmente a mobiliario encontrado en mercadillos, como el gran espejo sobre el sofá o el banco de iglesia del comedor. Se buscó un papel pintado de diseño poco convencional que funcionara como punto focal del espacio sala-comedor. Y, a su vez, se reutilizaron algunos de los muebles existentes y se unificaron con el espacio pintándose en el mismo color que las paredes. Se escogieron luminarias muy similares en toda la vivienda para crear un hilo conductor. Cromáticamente, se buscó un juego entre verde y rojo, con el contrapunto del amarillo.
El cambio fue absolutamente radical, pese a la simplicidad de todo el proceso. A la vuelta del verano, no sólo conseguimos sorprender gratamente a nuestra clienta, sino que, en sus propias palabras, ahora vive más feliz.
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